Como diría Dalí, el tiempo es relativo. Esa frase tiene muchísimo sentido en Japón, donde cada segundo es absolutamente precioso. Cada día que pasa es una experiencia completamente nueva. Es curioso que en México muchas veces decimos: "nos vemos luego", y ese luego nunca llega. A veces es más fácil que la gente se organice para ir a un funeral que a una fiesta.
Ayer salimos a despedir a Horacio, que regresa a México porque su pequeña de ocho años va a ser operada por segunda ocasión y quiere estar con ella, ¡que le cae de sorpresa, pues! Ya lo nombramos "el papá de año". El otro día platicábamos en las escaleras del edificio -nuestro pequeño Tlatelolco- y me decía que quería fotografiar varias cosas antes de irse, como el amanecer y el atardecer. Entonces me di cuenta de todo lo que pasamos inadvertido cuando nos acostumbramos a verlo diario: los paisajes, la gente, los olores. Me di cuenta de nuevo de lo maravilloso que estar aquí, escuchando japonés en el metro, viendo a tanta gente pasar.
Hace rato regresé del cuarto de Fatima, que también regresa a su país -África- esta semana. Y hablamos de lo importante que ha sido la experiencia de vivir con tanta gente de tantos países, con tantas ideas. Me dijo algo que me gustó mucho: que la experiencia profesional que se lleva es del 30% y la personal del 70%. Pero -dijo- el 70% de la experiencia personal seguramente hará que sea mejor en lo profesional. Totalmente de acuerdo.
Después visité a Elena-san que me ayudó a entender y responder un mensaje en japonés. Elena es un ángel, de verdad que sí. Por cierto, me enteré de que las dos tenemos el mismo asunto de pies diferentes: nuestro izquierdo calza del 25 y el derecho del 24. Me dijo que extraña al Guille... yo también, pero me alegró mucho recibir una postal suya de Madrid, donde nunca he estado.
La moraleja de hoy: carpe diem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario